Narran los textos antiguos que el día que nació Alejandro, hijo de Filipo II, rey de Macedonia y quien facilitaría el camino a la inmortalidad de su hijo, y su principal esposa, Olimpia, hubo tres victorias importantes que fueron interpretadas como fantásticos augurios. Alejandro, cuyo primer tutor fue el héroe espartano Leónidas, fue puesto con 13 años bajo la tutela de Aristóteles, otro de cuyos alumnos era Hefestión, quien sería su compañero y amante durante toda la vida, algo que antiguamente era visto con naturalidad pues el hombre era atraído por la belleza independientemente del sexo.
Con 16 comenzó a participar en las campañas militares junto a su padre a lomos del hosco y salvaje Bucéfalo, gran caballo al que sólo Alejandro fue capaz de domar pues percatado de que se asustaba de su propia sombra lo montaba con la cabeza girada hacia el sol consiguiendo amansarle, mostrándoselo orgulloso a su padre, quien admirado le decía: "Hijo, búscate un reino que se iguale a tu grandeza", lo que haría con 20 años y tras su asesinato, cuando tomó las riendas de Macedonia, poderoso estado en el actual norte de Grecia con fronteras estables y un ejército fuerte, mostrando rápidamente su destreza militar y dispuesto a cumplir su sueño: conquistar el imperio persa, empresa en la que se emplearía durante más de una década. Alejandro era un apasionado de la cultura y a pesar de vencer naciones enteras generalmente no las esclavizó sino que respetó sus costumbres y las adoptó, algo que sus soldados, aunque fieles hasta el final, no comprendían. Incluso en un intento de mezclar culturas casó a 10.000 de sus hombres con mujeres persas y, consciente de que en la tarea de controlar su imperio necesitaba de la colaboración de sus súbditos, mantuvo a muchos gobernadores en sus cargos e integró extranjeros en sus tropas, siendo cada vez más inflexible con quien cuestionaba sus decisiones.
Una de las costumbres más polémicas que tomó fue la proskynesis, ritual que consistía en saludar al soberano postrándose ante él y tocando el suelo con la frente, algo que fue muy mal recibido por su burocracia comenzando las conspiraciones para acabar con él y que llevó a que familiares, amigos e incluso su historiador personal Calístenes fueran asesinados acusados de complot. Por otro lado continuaban las campañas y con 32 años y un imperio inmenso puso su atención en la India, pero los soberanos de las montañas se negaron a someterse comenzando cruentas luchas, y aunque prosiguieron sus conquistas, el ejército estaba agotado tras 8 años batallando y al llegar a la orilla del río Ganges los soldados se negaron a continuar. Alejandro, reunido con sus generales, decidió descansar un tiempo mientras sus delegados se ocupaban de las ciudades conquistadas pero a la vuelta a Europa se toparon con uno de los ejércitos más belicosos de Asia, los malios, resultando herido de gravedad en un pulmón. Sus hombres creyéndole muerto, aún exhaustos, descargaron toda su furia sobre sus enemigos, logrando vencerles y aunque Alejandro sobrevivió, por aquella época murió su querido Hefestión. Alejandro se volvió loco de dolor, se rapó la cabeza y mandó crucificar al médico que le había atendido, y pocos meses después, cuando ultimaba los detalles para la construcción de un descomunal panteón para su amante, falleció en Babilonia (hoy Irak) a punto de cumplir 33 años y con un grandioso imperio que no le sobreviviría. Las causas de su muerte se desconocen, pudo ser envenenado, morir de malaria o sufrir complicaciones, pues la herida del pulmón había sido muy grave, y además bebía mucho pero el caso es que viendo cercana su hora y postrado en su camastro se despidió de sus soldados uno a uno, falleciendo el 13 de junio del año 323 a. C. y comenzando las disputas sucesorias, pues como había dicho moribundo: "Mis generales me harán funerales sangrantes". Su cuerpo se acomodó en un sarcófago de oro cubierto de púrpura y fue llevado a un magnífico mausoleo en Alejandría pero años más tarde el abuelo de Cleopatra, Ptolomeo IX, fundió el ataud de oro para pagar las deudas de su reinado y lo sustituyó por uno de vidrio, muriendo poco después ahogado, lo que se consideró un castigo divino por tal sacrilegio. Se sabe que Julio César y Cleopatra peregrinaron a su tumba, que años más tarde el desequilibrado de Calígula la saqueó para robar su coraza y ponérsela y que en el 365 un gran terremoto seguido de un tsunami devastó la región, y aunque hay muchas hipótesis sobre sus restos hace siglos que se perdió la pista. Con su muerte comenzó el período helenístico caracterizado por el anhelo de preservar y extender la cultura griega, que más tarde sería asimilada por el mundo romano, fusionándose ambas en lo que se conoce como cultura clásica, fundamento de nuestra civilización occidental.
La muerte de Alejandro
El 13 de junio del 323 a. C., el 10, según otros autores, Alejandro murió en el palacio de Nabucodonosor II de Babilonia. Le faltaba poco más de un mes para cumplir los 33. Existen varias teorías sobre la causa de su muerte, que incluyen envenenamiento por parte de los hijos de Antípatro (Casandro y Yolas, siendo éste último, copero de Alejandro) u otros, enfermedad, se sugiere que pudo ser la fiebre del Nilo, o una recaída de la malaria que contrajo en el 336 a. C. Se sabe que el 2 de junio Alejandro participó en un banquete organizado por su amigo Medio de Larisa. Tras beber copiosamente, inmediatamente antes o después de su baño, le metieron en la cama por encontrarse gravemente enfermo. Los rumores de su enfermedad circulaban entre las tropas, que se pusieron cada vez más nerviosas. El 12 de junio, los generales decidieron dejar pasar a los soldados para que vieran a su rey vivo por última vez, de uno en uno. Ya que el rey estaba demasiado enfermo como para hablar, les hacía gestos de reconocimiento con la mirada y las manos. Al día siguiente, Alejandro ya estaba muerto. Al morir sólo dijo esto: “Preveo un gran funeral en mi honor“.
Y respondió la última pregunta unos minutos antes de morir: ¿Cuál es tu testamento? ¿a quién se lo dejas?, a lo que respondió: “Al más digno“. La teoría del envenenamiento deriva de la historia que sostenían en la antigüedad Justino y Curcio. Según ellos, Casandro, hijo de Antípatro, regente de Grecia, transportó el veneno a Babilonia con una mula, y el copero real de Alejandro, Yolas, hermano de Casandro y amante de Medio de Larisa, se lo administró. Muchos tenían razones de peso para deshacerse de Alejandro. Las sustancias mortales que podrían haber matado a Alejandro en una o más dosis incluyen el heléboro y la estricnina. Según la opinión del historiador Robin Lane Fox, el argumento más fuerte contra la teoría del envenenamiento es el hecho de que pasaron 12 días entre el comienzo de la enfermedad y su muerte y en el mundo antiguo no había, con casi toda probabilidad, venenos que tuvieran efectos de tan larga duración.
La decadencia del imperio de Alejandro
Alejandro Magno murió el 10 de junio del año 323 a. C. en Babilonia, después de entregar el anillo de sello a su amigo, el general Pérdicas, a quien al parecer habría señalado que entregaba su imperio al más fuerte entre sus generales. Todos los comandantes con experiencia tuvieron entonces que hacerse la pregunta de quién debía suceder a Alejandro. Pérdicas y otros oficiales querían esperar a ver si Roxana, la embarazada esposa de Alejandro, traía un hijo al mundo. Pérdicas quería asegurar a éste el legado de su padre, que en realidad adquiriría él mismo. Encontró apoyo a este proyecto en el ejército de caballería, donde la nobleza tenía el mayor peso. Hubo resistencia entre la infantería de la falange. La asamblea del ejército macedonio pidió coronar al hermanastro disminuido psíquico de Alejandro, Filipo Arrideo. Poco después Roxana digo a luz un hijo, Alejandro Aego, que también fue proclamado rey bajo la presión de Pérdicas y los principales comandantes y con el consentimiento de Filipo III. En nombre de Alejandro hijo empezó Pérdicas a repartir de nuevo las satrapías, aunque como jefe militar de Alejandro estaba ansioso de alejarse de la capital de Babilonia. Antípatro, que había ganado influencia sobre Pérdicas, mantuvo el puesto de general (strategos) de Europa y por tanto controlaba Macedonia y Grecia. Crátero, nominalmente superior de Antípatro, fue ignorado al principio, pero luego se le nombró «representante» de los dos reyes. Ptolomeo recibió Egipto, Tracia fue para Lisímaco y Eumenes se quedó con Capadocia y Licia. Antígono recibió igualmente Panfilia y Pisidia. Seleuco pasó a ser comandante de la caballería de élite de los hetairoi.
El imperio de Alejandro estaba todavía lejos de romperse, permaneciendo formalmente como una unidad. La mayoría de los jefes militares deberían haber tenido claro que su compensación no duraría mucho tiempo, pero tuvieron que detener los primeros disturbios, que estallaron tras la muerte de Alejandro en su antigua esfera de influencia: reprimieron una rebelión de soldados griegos en Bactria, así como la rebelión de Atenas en Grecia. La derrota de Atenas también dejó claro que la era de las polis por fin había terminado: el futuro pertenecía a los reinos de los diádocos y a la confederación de estados griegos. Poco después del reparto de satrapías los antes laboriosamente reprimidos conflictos se hicieron cotidianos. Pérdicas se enfrentó a una coalición de Antípatro, Crátero, Antígono y Ptolomeo, que no querían resignarse a su supremacía. En particular Ptolomeo probablemente ya especuló sobre una escisión de su territorio del reino en el 321 a. C. cuando Pérdicas atacó Egipto con el apoyo de Eumenes, siendo derrotado en el paso del Nilo y luego asesinado por sus propios comandantes, incluido Seleuco. Éste recibió tras el Pacto de Triparadiso la satrapía de Babilonia de Antípatro, a quien se designó tutor del joven rey Alejandro IV. Antígono fue nombrado jefe militar en Asia y se le encomendó el asesinato de Eumenes por la derrota y muerte de Crátero. Antípatro ignoró las normas de sucesión con su hijo Casandro en favor de su general Poliperconte. Por esto Casandro se sumó a la alianza de Antígono, Ptolomeo y Lisímaco. Las subsiguientes batallas, en cuyo desarrollo cooperaron los dos generales «monárquicos» Poliperconte y Eumenes, se prolongaron años. La primera parte de estas muy variables batallas terminó en el 316 a. C. con la mayor parte de la familia real macedonia desaparecida. Casandro conquistó Macedonia en el 310 a. C. y también mató a Alejandro IV. Mientras tanto Poliperconte había aparecido en Grecia como un presunto libertador de las polis, pero pronto perdió el poder. Murió en fecha desconocida, tras el tratado de paz entre Antígono y los demás diádocos del año 311 a. C. Ni siquiera Eumenes, uno de los últimos defensores de la unidad del imperio, pudo mantenerse. Fue traicionado por sus soldados y enviado a Antígono, que ordenó su ejecución poco después. El destino de Eumenes puso de relieve las nuevas condiciones: el prestigioso ejército macedonio se convirtió en federaciones de mercenarios que estaban unidos a sus respectivos comandantes solo por un juramento. Antígono se esforzó entonces abiertamente por la autocracia. Aseguró su posición en Asia y atacó en el 315 a. C. a Seleuco, que huyó con Ptolomeo. En el 312 a. C. Antígono derrotó a ambos en Gaza. Seleuco volvió a Babilonia, asegurando en los años siguientes su centro de poder y logrando también el control de la zona oriental del imperio. Las siguientes batallas entre diádocos volvieron a extenderse sobre grandes regiones del fragmentado imperio de Alejandro, pero sin posibilidades reales de cambio. Con la excepción de Egipto, las fronteras de sus respectivas esferas de poder estuvieron en constante flujo y no se consolidaron hasta décadas más tarde. El poder de la Dinastía Antigónidatambién creció tras la derrota de Gaza. Demetrio, el hijo de Antígono, luchó para expulsar a los macedonios de Atenas, por la restauración de la democracia ática, para destruir la flota ptolemaica en Salamina y conseguir una posición fuerte y estable en Macedonia. En el 306 a. C. tomó para sí y para su padre el título de rey de Macedonia, como clara reclamación de liderazgo al teóricamente todavía existente imperio. Al año siguiente, los demás diádocos también adoptaron sus propios títulos de reyes. Así se inició un desarrollo que pronto se convertiría en una característica típica de la ideología de los gobernantes helenísticos: en diversas polis se prestaba culto a los monarcas demostrado, y algunos serían incluso considerados dioses más tarde.
Para aumentar su influencia, Demetrio renovó en nombre de su padre la Liga de Corinto en el 302 a. C. y asumió su liderazgo. Así enfrentó a los dos antigónidas una coalición compuesta por Casando, Lisímaco y Seleuco, mientras Ptolomeo esperaba el desarrollo de los acontecimientos. Llegaron de nuevo las luchas, que desembocaron en la batalla de Ipsos en el año 301 a. C., en la que cayó Antígono. Con él se enterró también de hecho la idea de la unidad del imperio, porque ninguno de los demás gobernantes tenían el poder suficiente para reunificarlo. Tras la batalla de Ipsos pareció que se había encontrado un statu quo, pero era una paz en perenne inestabilidad, que cesó en el 288 a. C. Demetrio volvió a intentar conseguir un poder comparable al obtenido por su padre. Lisímaco y Pirro de Epiro penetraron en Macedonia, obligando a huir a Demetrio, y se repartieron el reino, convirtiéndose pronto Lisímaco en el único gobernante aceptado. Demetrio murió más tarde cautivo de los seléucidas. Formado así el imperio de Lisímaco, que también incluía una gran parte de Anatolia, emprendió la guerra contra Seleuco en el 281 a. C. Aunque éste venció a Lisímaco en la batalla de Corupedio, poco después fue asesinado por Ptolomeo Cerauno, que aspiraba al trono macedonio. Finalmente Antígono II Gónatas, nieto de Antígono Monóftalmos, asumió el poder en Macedonia en el 276 a. C. Ambos acontecimientos marcan el final de la época de los diádocos. Como resultado de los combates se habían formado tres estados sucesores, que subsistirían hasta la aparición de Roma en el siglo II a. C.: la Dinastía Ptolemaica en Egipto, el Imperio seléucida en Asia y la Dinastía Antigónida en Grecia.
La Factoria Historica